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Sostenibilidad

Informe señala que sostenibilidad redefinirá decisiones logística

La medición de emisiones indirectas se consolida como uno de los principales desafíos de gestión.

La planificación logística ingresa a una fase donde el desempeño ambiental pesa tanto como el costo y el nivel de servicio. Nuevos marcos de reporte y presión regulatoria están trasladando el foco hacia proveedores, transporte y redes de abastecimiento.

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La sostenibilidad dejó de ser un ejercicio corporativo aislado y comenzó a permear la arquitectura de las cadenas de suministro. De acuerdo al  Informe de Sostenibilidad 2025 elaborado por Tunley Environmental, en 2026 la toma de decisiones logísticas incorporará métricas ambientales junto con criterios operacionales, impactando el diseño de redes, la relación con proveedores y la elección de modos de transporte. 

Un cambio estructural ocurre en el origen de las emisiones. Durante años, las empresas priorizaron reducciones internas, en la actualidad el mayor volumen se rastrea en servicios tercerizados, transporte contratado, insumos y procesos productivos externos. Esto instala a la cadena de suministro como eje de la agenda ambiental corporativa.

El abastecimiento y la planificación pasan a integrar variables de riesgo ambiental. Los equipos de logística, compras y fabricación enfrentan exigencias de trazabilidad más profundas, que obligan a mapear actores, flujos y procesos a lo largo de múltiples niveles de proveedores.

La medición de emisiones indirectas se consolida como uno de los principales desafíos de gestión. La brecha ya no está solo en reportar, sino en obtener información comparable en distintas geografías y eslabones de la red. Cada vez más, las empresas destinan recursos a trabajar con proveedores estratégicos para mejorar reportes, homologar metodologías y detectar oportunidades de reducción que vayan más allá de acciones puntuales en transporte o embalaje.

Por otra parte, el análisis ambiental se expande más allá del carbono. Sectores intensivos en materias primas comienzan a evaluar impactos sobre agua, suelos y ecosistemas asociados a sus zonas de origen y procesos productivos. Para la logística y el abastecimiento, esto introduce una nueva capa de decisión: la localización de plantas, la selección de materiales y la elección de rutas pueden implicar riesgos naturales adicionales que deben ser gestionados.

Las normativas vinculadas a reporte, intensidad de carbono y cumplimiento transfronterizo ya influyen en la operación diaria. La selección de proveedores, la planificación de cargas y el diseño de redes se ajustan para anticipar requisitos y evitar sobrecostos por cumplimiento tardío. Este escenario traslada responsabilidades desde áreas legales o ESG hacia liderazgos operacionales, que deben integrar la sostenibilidad desde la fase inicial de las estrategias logísticas.

Las herramientas digitales evolucionan desde el monitoreo hacia la optimización. Modelos de red, gestión de rutas y análisis de proveedores se utilizan para reducir consumo de combustible, elevar eficiencia y priorizar nodos de alto impacto ambiental y de costo. Así, de cara al 2026, el énfasis está en decisiones aplicadas: menos paneles de visualización y más iniciativas que combinen reducción de riesgos, control de emisiones y mejoras en eficiencia logística.

La sostenibilidad se instala como criterio transversal que incide en conectividad, multimodalidad y competitividad. Las empresas que integran estos parámetros en su operación diaria fortalecen su capacidad de cumplir normativas, sostener abastecimiento y mejorar el desempeño de sus redes globales.

En este escenario, la sostenibilidad deja de verse como una obligación regulatoria y pasa a funcionar como un habilitador de competitividad logística. Las organizaciones que integran criterios ambientales en sus procesos de transporte, abastecimiento y diseño de red no solo reducen riesgos y costos operativos, sino que fortalecen su capacidad de operar en mercados cada vez más exigentes en trazabilidad, eficiencia y desempeño ambiental.