Sostenibilidad
Logística sostenible: La necesidad de transformación en el transporte de carga

La transición energética en la logística terrestre avanza con gas natural y nuevas aplicaciones del hidrógeno verde, en un contexto donde países de América Latina, Europa y Asia impulsan regulaciones, proyectos y corredores sostenibles para mitigar el impacto ambiental del transporte de mercancías.
El sector del transporte de carga es responsable de una parte significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero y la reducción requiere un enfoque integral que abarque diagnóstico, definición de estrategias, acciones y medición de resultados. Para algunos expertos, las alternativas se agrupan en tres ejes: reducir la demanda de transporte, reemplazar combustibles fósiles y repensar la logística. Estas estrategias apuntan tanto a la optimización de redes y rutas, como a la incorporación de energías más limpias.
Un aspecto central es minimizar movimientos innecesarios. Esto incluye desde la reducción de devoluciones hasta la consolidación de cargas, pasando por el rediseño de las cadenas de suministro con manufactura más cercana a los mercados de destino. El transporte de carga no solo emite dióxido de carbono, genera también óxidos de nitrógeno, partículas en suspensión y contaminación acústica, afectando ecosistemas y comunidades cercanas a carreteras y puertos.
El académico del Instituto de Planeamiento Estratégico de la Relación con Asia y África de la Universidad Nacional de La Matanza, Rodrigo Herrera, sostuvo que la construcción de infraestructura vial para el movimiento de mercancías puede fragmentar hábitats, como ocurre con corredores bioceánicos o nuevas rutas en zonas de alta biodiversidad. De ahí la importancia de incorporar criterios de sostenibilidad en el diseño de proyectos.
A su juicio, una de las vías más directas para reducir emisiones es transferir carga de la carretera al ferrocarril o al transporte marítimo. Un tren puede mover una tonelada por kilómetro con menor huella que un camión, mientras que el barco es aún más eficiente en trayectos largos. No obstante, este cambio requiere inversión en infraestructura ferroviaria y portuaria, así como coordinación logística para lograr una mayor integración multimodal.
La electrificación aparece como clave de largo plazo. Los camiones eléctricos comienzan a ganar espacio, aunque enfrentan desafíos de infraestructura de carga, disponibilidad de terrenos y necesidad de electricidad 100% renovable para garantizar su aporte real a la descarbonización. La digitalización también ofrece herramientas: la inteligencia artificial aplicada al enrutamiento puede reducir kilómetros recorridos y maximizar la capacidad de carga, disminuyendo así emisiones y costos.
Por otra parte, el gas natural se ha posicionado como alternativa de transición y su versión licuada (GNL) permite autonomías de 800 a 1.500 kilómetros, haciéndolo competitivo en rutas de larga distancia. En tanto, el gas natural comprimido (GNC) resulta adecuado para trayectos urbanos y suburbanos de hasta 500 kilómetros, como en flotas de reparto, buses o camiones recolectores. Ambas opciones reducen la huella de carbono y ofrecen menores niveles de ruido.
Mientras, el gas licuado de petróleo (GLP), mezcla de butano y propano, es el combustible alternativo más extendido en el mundo, con 25 millones de vehículos, casi la mitad en Europa. Su autonomía puede alcanzar los 1.200 kilómetros combinando depósitos de GLP y gasolina. Aunque no es tan limpio como el gas natural, su masificación demuestra que los combustibles alternativos pueden escalar con rapidez cuando existen condiciones de mercado y regulación adecuadas.

H2V: El salto estratégico y experiencias internacionales
El hidrógeno verde se perfila como vector clave en la meta de emisiones netas cero. A diferencia del hidrógeno gris, producido con gas fósil, se genera a partir de electrólisis con energía renovable, evitando emisiones. Su principal ventaja es la alta densidad energética, superior incluso a los combustibles fósiles, lo que lo hace atractivo para el transporte pesado de larga distancia, la aviación y el sector aeroespacial.
El despliegue del hidrógeno verde enfrenta desafíos de infraestructura, costos y necesidad de respaldo estatal. Se requieren inversiones en investigación, incentivos para producción y mandatos regulatorios que impulsen su adopción en sectores estratégicos. Pese a estas barreras, la capacidad de almacenamiento a largo plazo y la posibilidad de aportar electricidad en picos de demanda lo convierten en pieza central para sistemas energéticos inteligentes.
El especialista detalló algunas experiencias internacionales en la materia. En Colombia, donde el transporte terrestre es predominante, se han dictado normas para promover vehículos a gas natural: exención de IVA, descuentos en seguros, reducción de impuestos y beneficios en certificaciones técnicas. Estas medidas buscan acelerar la modernización de flotas y reducir emisiones.
Argentina cuenta con experiencia en gas natural vehicular, con una red consolidada de estaciones de carga. El país busca ampliar el uso del GNL y explorar aplicaciones de hidrógeno, aunque enfrenta desafíos económicos y regulatorios. China implementó el estándar de emisiones “China 6” para vehículos pesados y ha electrificado totalmente la flota de transporte público de Shenzhen. Además, desarrolla sistemas innovadores como el TramBus eléctrico, exportado ya a Abu Dhabi y Malasia.
India destina más de 200.000 millones de dólares a corredores viales y ferroviarios, sumando infraestructura aérea en un ritmo acelerado. La contenerización ha crecido fuertemente en los últimos cinco años, mejorando eficiencia y reduciendo emisiones.

Innovación y colaboración empresarial
Además de combustibles y normativas, las empresas logísticas pueden avanzar en prácticas como embalajes reutilizables, capacitación en conducción eficiente, mantenimiento de flotas y certificaciones ambientales como ISO 14001. La colaboración entre remitentes -mediante consolidación de cargas, cadenas de frío compartidas o reciclaje de productos- ofrece también beneficios ambientales y económicos.
El transporte de carga está en el centro del desafío climático. Reducir su huella implica transformar modelos de negocio, modos de transporte y fuentes energéticas. Gas natural y GLP ofrecen soluciones de transición, mientras que el hidrógeno verde se posiciona como la apuesta estructural de largo plazo. Al mismo tiempo, la digitalización, la intermodalidad y la cooperación empresarial abren caminos complementarios.
La experiencia de países como Colombia, China e India muestra que la combinación de políticas públicas, inversión en infraestructura y adopción tecnológica es decisiva. El futuro de la logística dependerá de su capacidad para sostener la conectividad global sin comprometer los recursos de las próximas generaciones.
A juicio del especialista, el desafío es enorme, pero también lo es la oportunidad. La transición energética en el transporte de carga no se limita a una cuestión tecnológica, sino que involucra decisiones estratégicas, inversión en infraestructura y cooperación público-privada. Cada avance en eficiencia, cada flota renovada y cada proyecto piloto con gas natural o hidrógeno verde acerca a la industria logística a un nuevo estándar global, uno donde mover mercancías sea compatible con la sostenibilidad y la competitividad económica.