Columna de Opinión
Impulso a los corredores bioceánicos

Álvaro Peña, académico de la escuela de Ingeniería de Construcción y Transportes PUCV, y Consejero del Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI), analiza las ventajas y beneficios del impulso de los corredores bioceánicos en la región.
Este 2025 ha sido un buen año para los corredores bioceánicos en América Latina. Estas iniciativas suponen la mejora sustantiva de la infraestructura entre los diversos países para dar impulso al comercio internacional. La idea es agilizar el traslado de bienes y ahorrar en tiempos de viaje al mejorar la cadena logística.
El corredor Chancay-Santos -que une el recién inaugurado mega-puerto peruano y la ciudad de Santos, en Brasil-, es impulsado con la inversión directa de China. En paralelo, el gobierno chileno, presentó en abril pasado su plan para implementar un corredor bioceánico que conecte a Chile con Brasil, Paraguay y Argentina. La idea es tener rutas y puertos con un mejor estándar para movilizar productos, por lo que se implementarán 22 proyectos de infraestructura en Iquique, Antofagasta y Mejillones.
En los últimos meses, diversas voces han planteado seguir fortaleciendo la conectividad con Argentina. Así, surge la idea de un corredor en el eje Valparaíso-Buenos Aires, que uniría los principales polos urbanos e industriales del Cono Sur. Lejos de ser excluyentes, estas iniciativas pueden ser complementarias si se planifican en función de la demanda efectiva, con criterios de especialización y evitando la duplicación de esfuerzos. Para que sea viable, se requiere voluntad política, financiamiento público-privado articulado y compromiso de largo plazo por parte de los Estados y actores logísticos.
La ruta Valparaíso-Buenos Aires requiere una inversión sustancial. Es imprescindible reactivar el proyecto del ferrocarril trasandino y avanzar hacia una solución de cruce permanente que permita un tránsito fluido durante todo el año. El proyecto sigue siendo medianamente factible debido a la falta de impulso político e inversiones concretas. Si se alinean los intereses públicos y privados y se prioriza en la planificación nacional, podría convertirse en una alternativa estratégica competitiva.
También se requiere armonizar los estándares técnicos y normativos entre ambos países, integrando sistemas aduaneros y de trazabilidad, y establecer acuerdos bilaterales robustos con visión de largo plazo.
Hoy, un corredor que una la Región de Valparaíso con la zona central argentina no puede competir en condiciones equivalentes con el eje Chancay-Santos, que ya cuenta con inversiones avanzadas, respaldo político y un modelo operativo claro, impulsado por China.
El avance de estos corredores dependerá de una voluntad política sostenida en el tiempo, que no se diluya con los cambios de administración. También será clave contar con financiamiento público-privado estructurado, respaldado por instituciones multilaterales o socios estratégicos. La capacidad de articular actores públicos y privados será determinante, especialmente para movilizar sectores estratégicos como la minería, la agroindustria o las energías limpias. Otro factor crítico es la aceptación social y ambiental de los proyectos, que deben construirse con enfoque territorial y participación ciudadana para evitar conflictos que ralenticen su ejecución.
Las autoridades y el sector privado deben asumir un liderazgo estratégico. Para ello, es necesario priorizar esta ruta en la planificación de infraestructura nacional, incorporándola en las carteras de inversión y en las políticas de conectividad regional. Al mismo tiempo, se deben establecer alianzas estables con gobiernos provinciales argentinos y actores logísticos binacionales, orientadas a asegurar un volumen mínimo de carga que viabilice el proyecto. Finalmente, Chile debe proponerse no sólo participar en esta red, sino que liderar estas iniciativas, convirtiendo a Valparaíso y San Antonio en un nodo logístico de clase mundial.